Un maestro para el cambio
UN MAESTRO PARA EL CAMBIO
Creo que la educación debe tener un eje, un centro, sin temores lo digo, la educación debe girar entorno al maestro.
Con preocupación veo como se enseña, por muchos y como verdad absoluta, que el centro de la educación es el alumno, el estudiante; sé que todos somos muy importantes y el alumno lo es bastante, pero en el momento de enseñar, no podemos pensar una educación que se centre en el estudiante como aquel que puede dirigir y proponer los lineamientos y bases fundamentales de una institución o de un programa. Me atrevo a afirmar que: “el día que Colombia entregó la educación en manos de los estudiantes comenzó a perder el año”
Los estudiantes deben dedicarse a estudiar y a aprender, a compartir y a socializar con sus compañeros y aún con sus profesores, deben investigar y construir juntos con sus maestros, muchas veces solos, pero siempre deberán tener un ente regulador de su educación, de su propia educación. Esto no quiere decir que el profesor no aprenda del estudiante, no pueda oírle y sentarse con él; eso es menester de un buen maestro, pero la principal tarea del estudiante es aprender, recibir el consejo, entender, construir, compartir, dejarse guiar. Lo más importante es saber que los estudiantes necesitan personas a quien imitar. Por ello la importancia de buenos maestros, por ello la necesidad de maestros que si sean el centro de la educación, el centro del salón. Es ilógico pensar que un estudiante con menor grado de madurez, con menos conocimientos y con más problemas de liderazgo sea precisamente el líder de la clase, quien lleve la batuta.
Ese estudiante se convierte en el líder, en la persona a imitar por los demás, eso es lo que está pasando en Colombia, los maestros por ley o por desgano no son ya los líderes ni los ejemplos, esa monumental tarea de liderazgo se la hemos delegado a los monitores, a los personeros y a los representantes; los cuales, en resumidas cuentas, son estudiantes que deben pasar por muchos procesos y tiempos más para ser ejemplos de sus compañeros e incluso de la sociedad. En esto no quiero dejar la impresión de que el estudiante no sea bueno para muchas cosas, de hecho todos somos maestros de todos en un sentido amplio del concepto, siempre habrán estudiantes motivadores, líderes en potencia, representantes que ayudarán muchísimo en el ejercicio de la labor docente. Pero definitivamente la labor de liderazgo, de consejería y de enseñanza debe estar enmarcada además del conocimiento, por la experiencia, los valores y la seguridad de la autoridad misma que llevamos los maestros sobre nuestros hombros.
Claro que el maestro si debe valorar el estudiante, debe darle lo mejor y debe respetar la personalidad, por eso para poder afirmar que el maestro debe ser el centro de la educación debo decir que el maestro deberá ser un facilitador y además deberá ser un ejemplo, el mejor ejemplo.
Primero el maestro es un facilitador por ello debe dar todo lo mejor, debe dar todo lo posible y hasta lo imposible para que los estudiantes puedan llegar a niveles superiores en sus mentes y en sus seres integrales. Los debe acompañar y los debe guiar a conocerse y a conocer a lo demás, el maestro es un guía, no en dictador, es una amigo, no un enemigo. Es por ello que el maestro es el encargado de llevar a disfrutar de los placeres y Saberes de la educación contemporánea.
Un maestro facilitador como dice la misma frase: FACILITA, no complica, lleva todo más fácil, esto no es flojera sino sencillez. Expresar lo complejo en forma sencilla (no simple), aunque esto signifique planear más y saber más. Preparando las clases con amor, planeando cada detalle de la misma, pero dejándose llevar por su corazón en los momentos en que la planeación sea innecesaria y la improvisación y la espontaneidad deban tomar las riendas de la clase.
Sí necesitamos maestros facilitadores de las tareas de aprendizaje, maestros que reduzcan al máximo los tiempos muertos de la clase (aquellos donde no se aprende realmente nada) y puedan también maximizar aquellos donde la pasión y la alegría de estar aprendiendo se nota en las caras de aquellos que se llaman estudiantes.
Los maestros como facilitadores tendrán, además de muchas otras metas, las siguientes prioridades:
Llevar a cada estudiante a formar su propio proyecto de vida, donde pueda incorporar sus gustos, sus deseos, sus capacidades, sus metas y usarlo este derrotero para poder alcanzar estos logros en su vida.
Conseguir que los estudiantes aprendan que el área que se está enseñando podrá servir siempre a los demás.
- Como maestros facilitadores, mostraremos el camino, nunca lo recorreremos por ellos.
- Como maestros facilitadores, les animaremos al máximo, pero nunca pondremos gozo a sus corazones.
- Como maestros facilitadores, daremos lo mejor en cada clase, pero siempre dejaremos la puerta abierta para que los estudiantes puedan ir más lejos y llevar el grupo entero a otros niveles específicos y más altos.
En el ejemplo, el maestro como un ejemplo, la situación es más compleja aún. Partiendo del siguiente principio: el maestro enseña más con lo que es que con lo que “enseña”; es de gran responsabilidad y entereza saber y dominar este concepto.
Enseñar es un cosa, mostrar (léase aparentar) es otra y ser es otra muy diferente. Lo ideal es mostrar lo que enseño y enseñar lo que soy; en otros términos no aparentar. No puedo negarme a mi mismo como docente, como persona; aunque no de inmediato, sí podemos deducir de donde proviene nuestro profesor, su forma de ser, su forma de hablar, como reacciona, con el pasar del tiempo terminamos sabiendo como es realmente nuestro profesor.
No somos lo que decimos o enseñamos, somos lo que nuestra esencia es. Enseñar es cambiar también, es mejorar para que nuestros alumnos mejoren, es leer para que ellos lean. El ejemplo es fundamental. Los estudiantes no son tontos ni caídos del zarzo, los profesores les decimos, lean y lean que es lo mejor de lo mejor, es muy importante y necesario, pero nunca (NUNCA) nos ven leyendo o por lo menos degustando de la lectura. Ellos, como ya lo dije, no son tontos. Sí debemos ser ejemplo para suplir la falencia de ejemplos adecuados. Hoy por hoy, nuestro jóvenes y adolescentes imitan ídolos que son fantasía, hombres y mujeres de cuerpos esculturales pero nada de cerebro, nada de esfuerzo o de investigación, todos como que tienen todo de la nada, pocos piensan o estudian, eso sin mencionar la violencia o la sexualidad mal enfocada, los ídolos de nuestros jóvenes son cada vez más mortales y fantasiosos, pero con ello consiguen que consumamos sus productos. El maestro debe ser ejemplo, debe restablecerse y colocarse (el mismo, así los demás no lo hagan) en el lugar honroso de ser el líder en el salón de clases.
Al fin de cuentas no tenemos mucho dinero como en otras profesiones, no tenemos mucho estatus como en otros puestos o cargos, al fin y al cabo no tenemos tanto reconocimiento como en otras actividades, pero eso sí, es indudable que en nuestras manos tenemos el tesoro más precioso de esta nación, en nuestra manos está el cambio con cara de inseguridad, en nuestras manos está el futuro un poco desgreñado, en nuestras manos queridos maestros está la solución (gústenos o no, creamos o no) en nuestras manos tenemos las personas de este país. Pocos o muchos, tenemos estudiantes, tenemos los futuros presidentes de la República o tenemos los futuros ladrones, tenemos en nuestras manos los futuros biólogos (aunque a usted estimado profesor no le guste la biología, ni a mi tampoco) o tenemos los futuros guerrilleros de este pueblo ya sufrido más.
Creo que sí necesitamos maestros para el cambio, que se dignifiquen solitos, que lleven con altura su profesión, maestros que sean facilitadores y ejemplos, que sepan que ser maestro es tan honroso y tan comprometedor, que el mismo Hijo de Dios fue ante todo un maestro y que Dios le envío a ser un maestro para el cambio.
Creo que la educación debe tener un eje, un centro, sin temores lo digo, la educación debe girar entorno al maestro.
Con preocupación veo como se enseña, por muchos y como verdad absoluta, que el centro de la educación es el alumno, el estudiante; sé que todos somos muy importantes y el alumno lo es bastante, pero en el momento de enseñar, no podemos pensar una educación que se centre en el estudiante como aquel que puede dirigir y proponer los lineamientos y bases fundamentales de una institución o de un programa. Me atrevo a afirmar que: “el día que Colombia entregó la educación en manos de los estudiantes comenzó a perder el año”
Los estudiantes deben dedicarse a estudiar y a aprender, a compartir y a socializar con sus compañeros y aún con sus profesores, deben investigar y construir juntos con sus maestros, muchas veces solos, pero siempre deberán tener un ente regulador de su educación, de su propia educación. Esto no quiere decir que el profesor no aprenda del estudiante, no pueda oírle y sentarse con él; eso es menester de un buen maestro, pero la principal tarea del estudiante es aprender, recibir el consejo, entender, construir, compartir, dejarse guiar. Lo más importante es saber que los estudiantes necesitan personas a quien imitar. Por ello la importancia de buenos maestros, por ello la necesidad de maestros que si sean el centro de la educación, el centro del salón. Es ilógico pensar que un estudiante con menor grado de madurez, con menos conocimientos y con más problemas de liderazgo sea precisamente el líder de la clase, quien lleve la batuta.
Ese estudiante se convierte en el líder, en la persona a imitar por los demás, eso es lo que está pasando en Colombia, los maestros por ley o por desgano no son ya los líderes ni los ejemplos, esa monumental tarea de liderazgo se la hemos delegado a los monitores, a los personeros y a los representantes; los cuales, en resumidas cuentas, son estudiantes que deben pasar por muchos procesos y tiempos más para ser ejemplos de sus compañeros e incluso de la sociedad. En esto no quiero dejar la impresión de que el estudiante no sea bueno para muchas cosas, de hecho todos somos maestros de todos en un sentido amplio del concepto, siempre habrán estudiantes motivadores, líderes en potencia, representantes que ayudarán muchísimo en el ejercicio de la labor docente. Pero definitivamente la labor de liderazgo, de consejería y de enseñanza debe estar enmarcada además del conocimiento, por la experiencia, los valores y la seguridad de la autoridad misma que llevamos los maestros sobre nuestros hombros.
Claro que el maestro si debe valorar el estudiante, debe darle lo mejor y debe respetar la personalidad, por eso para poder afirmar que el maestro debe ser el centro de la educación debo decir que el maestro deberá ser un facilitador y además deberá ser un ejemplo, el mejor ejemplo.
Primero el maestro es un facilitador por ello debe dar todo lo mejor, debe dar todo lo posible y hasta lo imposible para que los estudiantes puedan llegar a niveles superiores en sus mentes y en sus seres integrales. Los debe acompañar y los debe guiar a conocerse y a conocer a lo demás, el maestro es un guía, no en dictador, es una amigo, no un enemigo. Es por ello que el maestro es el encargado de llevar a disfrutar de los placeres y Saberes de la educación contemporánea.
Un maestro facilitador como dice la misma frase: FACILITA, no complica, lleva todo más fácil, esto no es flojera sino sencillez. Expresar lo complejo en forma sencilla (no simple), aunque esto signifique planear más y saber más. Preparando las clases con amor, planeando cada detalle de la misma, pero dejándose llevar por su corazón en los momentos en que la planeación sea innecesaria y la improvisación y la espontaneidad deban tomar las riendas de la clase.
Sí necesitamos maestros facilitadores de las tareas de aprendizaje, maestros que reduzcan al máximo los tiempos muertos de la clase (aquellos donde no se aprende realmente nada) y puedan también maximizar aquellos donde la pasión y la alegría de estar aprendiendo se nota en las caras de aquellos que se llaman estudiantes.
Los maestros como facilitadores tendrán, además de muchas otras metas, las siguientes prioridades:
Llevar a cada estudiante a formar su propio proyecto de vida, donde pueda incorporar sus gustos, sus deseos, sus capacidades, sus metas y usarlo este derrotero para poder alcanzar estos logros en su vida.
Conseguir que los estudiantes aprendan que el área que se está enseñando podrá servir siempre a los demás.
- Como maestros facilitadores, mostraremos el camino, nunca lo recorreremos por ellos.
- Como maestros facilitadores, les animaremos al máximo, pero nunca pondremos gozo a sus corazones.
- Como maestros facilitadores, daremos lo mejor en cada clase, pero siempre dejaremos la puerta abierta para que los estudiantes puedan ir más lejos y llevar el grupo entero a otros niveles específicos y más altos.
En el ejemplo, el maestro como un ejemplo, la situación es más compleja aún. Partiendo del siguiente principio: el maestro enseña más con lo que es que con lo que “enseña”; es de gran responsabilidad y entereza saber y dominar este concepto.
Enseñar es un cosa, mostrar (léase aparentar) es otra y ser es otra muy diferente. Lo ideal es mostrar lo que enseño y enseñar lo que soy; en otros términos no aparentar. No puedo negarme a mi mismo como docente, como persona; aunque no de inmediato, sí podemos deducir de donde proviene nuestro profesor, su forma de ser, su forma de hablar, como reacciona, con el pasar del tiempo terminamos sabiendo como es realmente nuestro profesor.
No somos lo que decimos o enseñamos, somos lo que nuestra esencia es. Enseñar es cambiar también, es mejorar para que nuestros alumnos mejoren, es leer para que ellos lean. El ejemplo es fundamental. Los estudiantes no son tontos ni caídos del zarzo, los profesores les decimos, lean y lean que es lo mejor de lo mejor, es muy importante y necesario, pero nunca (NUNCA) nos ven leyendo o por lo menos degustando de la lectura. Ellos, como ya lo dije, no son tontos. Sí debemos ser ejemplo para suplir la falencia de ejemplos adecuados. Hoy por hoy, nuestro jóvenes y adolescentes imitan ídolos que son fantasía, hombres y mujeres de cuerpos esculturales pero nada de cerebro, nada de esfuerzo o de investigación, todos como que tienen todo de la nada, pocos piensan o estudian, eso sin mencionar la violencia o la sexualidad mal enfocada, los ídolos de nuestros jóvenes son cada vez más mortales y fantasiosos, pero con ello consiguen que consumamos sus productos. El maestro debe ser ejemplo, debe restablecerse y colocarse (el mismo, así los demás no lo hagan) en el lugar honroso de ser el líder en el salón de clases.
Al fin de cuentas no tenemos mucho dinero como en otras profesiones, no tenemos mucho estatus como en otros puestos o cargos, al fin y al cabo no tenemos tanto reconocimiento como en otras actividades, pero eso sí, es indudable que en nuestras manos tenemos el tesoro más precioso de esta nación, en nuestra manos está el cambio con cara de inseguridad, en nuestras manos está el futuro un poco desgreñado, en nuestras manos queridos maestros está la solución (gústenos o no, creamos o no) en nuestras manos tenemos las personas de este país. Pocos o muchos, tenemos estudiantes, tenemos los futuros presidentes de la República o tenemos los futuros ladrones, tenemos en nuestras manos los futuros biólogos (aunque a usted estimado profesor no le guste la biología, ni a mi tampoco) o tenemos los futuros guerrilleros de este pueblo ya sufrido más.
Creo que sí necesitamos maestros para el cambio, que se dignifiquen solitos, que lleven con altura su profesión, maestros que sean facilitadores y ejemplos, que sepan que ser maestro es tan honroso y tan comprometedor, que el mismo Hijo de Dios fue ante todo un maestro y que Dios le envío a ser un maestro para el cambio.
HÉCTOR CARVAJAL RUEDA
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